sábado, 13 de junio de 2009

El sudor del actor es la poesía. Por Leonardo Flamia (Guía del Ocio).

Es todo un desafío intentar describir esta nueva obra de Marianella Morena, una creadora versátil, con una libertad estética difícil de imaginar a priori. La dinámica de trabajo que se propone es un “diálogo” como ella dice, en múltiples direcciones que genere el espectáculo. Diálogo entre una obra y nuestro presente particular, pero ese “nuestro” no es una cosa absoluta. En realidad es el presente de Morena, y el de los actores, el que entra en juego con la obra y da un resultado X. Pero para aumentar el desafío vamos a un momento fundacional de nuestra historia reciente, el maracanazo. Ser uruguayo, no oriental, uruguayo, es algo mucho más fácil de explicar apelando a Obdulio Varela y Ghiggia que a Oribe, Rivera o Artigas. Por eso si ponemos en el medio al maracanazo, simbolizado por un supuesto grupo teatral de los dorados cincuentas celestes, la ecuación aumenta de grado, aquel resultado X empieza a tener exponentes cada vez más elevados.

Un vértice entonces es una obra, en este caso “Romeo y Julieta” de Shakespeare. Otro vértice son las personalidades, aptitudes, imaginación, etcétera, de los creadores, actores y directora. El último vértice es el mito del maracaná, el Uruguay del cincuenta. ¿Qué surge de esto? Ponerle nombre es difícil, pero estamos ante la obra más divertida que hemos visto en varios años. El humor lo transpira el espectáculo, no se necesitan ni chistes ni situaciones humorísticas más tradicionales. Ya al comienzo, cuando van apareciendo los actores en ropa interior, en calzoncillos bah, tenemos algunas pistas. El primero de los actores, con su lugar a la derecha de la platea, es Carlos Quijano (excelente este nombre para la obra), luego es el turno de Alejandro Gayvoronsky, quien parece ser algo más elevado de altura, el tercero es Leonardo Pintos, más alto aún, nuestro cerebro ordena las piezas y… aparece Santiago Sanguinetti, el más bajo de todos, encima con lentes de sol, pelo largo y pose de galán. En varios pasajes de la obra un simple cambio de un orden predecible nos apronta para reírnos. Uno imagina que la mención de Verona en un ensayo fácilmente llama a una pronunciación italiana, a una actuación más enfática, a la aparición de la pasta casera, pero lo que sucede en el escenario con esos elementos confluyendo genera una hilaridad incontenible. Resuenan como un eco, muy a lo lejos, situaciones de la obra de Shakespeare, que de alguna forma van dándole un hilo a la obra, hasta la aparición del “bruto actor” interpretado por Gayvoronsky que ya hace imposible contener la risa. La pieza culmina, como un juego perfecto, con una despedida exactamente inversa a la presentación. El elenco se complementa a la perfección, suponemos que la naturalidad lograda tiene mucho que ver con un espectáculo dominado tan al dedillo que no percibimos los momentos de necesaria improvisación. Como dice la directora en el programa “Que la poesía sea el sudor del actor en cada función” y vaya si hay poesía.


Esto no es una versión de “Romeo y Julieta”, más que nada porque el texto parece ser un punto de partida y no de llegada. El año pasado Marianella Morena nos había presentado “Jaula de amor”, un espectáculo contenido en su temática, que obviamente no podía incluir al humor, pero que además estaba íntegramente contenido en la fatal sentencia “Después de vos nada” que decían los personajes al comienzo. “Las Julietas”, que quizá tenga un proceso creativo similar, sin embargo parece dispararse en múltiples direcciones y solo al final podemos organizar lo que vemos. Eso es lo destacable, más allá de las temáticas disímiles, los procedimientos llevan a la creadora hacia lugares que controla, pero que escapan a lo rutinario, que logran ser un espectáculo unitario, pero que nunca se repite.
Fuente: Guía del Ocio (Diario Últimas Noticias), viernes 12 de junio.

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