domingo, 7 de junio de 2009

Todo Celeste (Revista Factor S)

De identidad, de costumbres… Cuesta clasificar a LAS JULIETAS, una obra que transmite sensaciones mediante acciones dramáticas con ironía, con humor; teatro que surge de “mezclar estímulos, materiales provenientes de la música, las artes visuales, la imaginación y nosotros improvisando”, explica su directora, Marianella Morena.
Al principio nada, el espacio vacío y el vestuario esperando a los actores. El entorno de La Candela parece perfecto para ser voyeur de la intimidad de cuatro hombres que por momentos parecen cuatro viejos en un banco de una plaza. Son actores fusionando recuerdos de la obra que debían actuar, discuten e intercambian anécdotas, vivencias, ideas, posturas. La música va acompañando distintos instantes sumándose, en muchos casos, el canto más o menos eufórico de los personajes según la evocación.
LAS JULIETAS no parte de un texto concreto sino de las ganas de hacer teatro, “las ganas de trabajar con actores jóvenes que estuvieran dispuestos a todo” dice Morena. Sí se toma como punto de partida para la exploración el clásico Romeo y Julieta de William Shakespeare con el que la directora confiesa haber tenido “un romance atrasado, no resuelto, que no podía poner en práctica”, y agrega, “quise tomar y cruzar esos amores sumando la dificultad, porque la dificultad es un vestido que no se quita nunca. Me gustaba la idea de raptar a Julieta y cambiarle el contexto, hacernos preguntas sobre ¿Qué sobrevivió? ¿El texto, la trama, la anécdota, el rumor? Todo el mundo sabe de qué trata, aunque no se haya leído. Esa forma de supervivencia nos interesa, me gusta, es tomar contacto con la realidad de lo que sobrevive y cómo, olvidarse del documento y hacerlo vivir, porque el teatro es escena y la escena es sudor, presente, realidad.” Morena manifiesta haber tenido más interés en la trama que en el texto, “lo que sobrevive es el deseo y no el texto, es el rumor y no el desarrollo, es la complejidad humana y el orden de las escenas.” A una Julieta en cuerpos de varones se le incorporó la vivencia nacional de los años '50 y se jugó, en la creación del texto, con la masculinidad abordando con humor las características socio-culturales que contiene. En el programa la directora expresa que hacer teatro “es perderle miedo al tiempo, entrar en el presente y dialogar con él”. Leonardo Pintos, uno de los actores, explica que debido a la confianza generada entre actores y directora, “el proceso fue un juego y el diálogo se convirtió en la forma de trabajar incorporando elementos de nuestra realidad y eliminando la representación, de hecho no trabajamos personajes, trabajamos situaciones y tuvimos como premisa la verdad. A partir de ahí el humor vino solo y los 'personajes' también.” En LAS JULIETAS la música es un buen soporte, el vestuario está correcto y todo juega a favor para que se presencie teatro pero LAS JULIETAS son sus actores, cuatro jóvenes que dejan su talento en escena. Además del buen trabajo de Leonardo Pintos actúan Santiago Sanguinetti, Alejandro Gayvoronsky y Claudio Quijano; cada uno con su cuota de gracia y sus comentarios oportunos.
Trabajar con actores jóvenes transmite una energía particular, el mismo texto se hubiera recibido de modo distinto con actores viejos. La famosa obra “Mi muñequita (la farsa)”, de Gabriel Calderón, contó, entre otras singularidades, con la presencia de actores jóvenes y si bien no fue una innovación sí se trató de algo poco común que reforzó el espíritu de la obra. Marianella Morena cuenta que, para LAS JULIETAS, “tenía ganas de sangre joven, valientes, hambrientos, pero también de sumar masculinidades, de ver cuatro hombres jóvenes dejando todo. Cambiar el ángulo, el lugar, el rol, olvidarnos y centrarnos, enfrentar los opuestos y reírnos de nosotros mismos”. El objetivo del humor queda claro en un ejercicio, físico y psíquico, permanente. Son cuatro hombres pero son Julieta, “ficción y realidad, seducción y machismo, cuatro hombres desde una mujer, desnudos, expuestos, abiertos, pero también jugando, liberándose y criticando las miserias que nos caracterizan. Con cariño y desenfado, sin prejuicios, sin problemas con la experimentación física, llámese golpe, cachetada, baile, abrazo, sin rencor y sin residuo: bien masculino. Eso me gusta, es amplio, hace sudar, da imágenes y proyecta espacios concretos y lúdicos, la fantasía también convive con lo doméstico.”, así explica Morena lo presentado en el escenario. “Si bien Marianella creó la columna, cada uno de nosotros desarrolló su universo paralelo y eso significó un crecimiento para nosotros como actores” afirma Pintos.
LAS JULIETAS traslada al espectador a costumbres nacionales y hábitos de esos que no se cuestionan mediante la representación de situaciones comunes. Son personajes desenvueltos que actúan con espontaneidad, cantan y bailan. “El baile invita, relaja, tiene humor, nos acerca y cambia planos del lenguaje, aporta ritmo y es necesario para conectarnos.”, expresa Morena. Una obra que demuestra en la dramatización la pasión de una directora que entiende que hay que entregarse, “primero a uno, hasta perderse en el infinito de uno mismo y después al otro, hasta perderse en el infinito del otro, cuando uno se ejercita en la entrega, el resto es placer. Y el placer es un conocimiento muy poco transitado.”

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