sábado, 25 de abril de 2009

Shakespeare y Maracaná. Por María Esther Burgueño (Caras y Caretas)

Marianella Morena es una creadora original en el contexto del teatro uruguayo. Sus interrelaciones entre diversos textos han dado lugar a espectáculos tales como “Don Juan, el lugar del beso”, uno de los más hermosos que hemos visto en la escena montevideana. Sabedores de este gusto por el diálogo nos intrigaba realmente esta puesta de Las Julietas en la que Shakespeare dialogaría con cuatro actores de los años 50 en el Uruguay y con el hoy. El espectador encuentra un escenario con cuatro sillas, una mesita con vasos y dos atriles. De las sillas penden las ropas que los actores, que entran con calzoncillo celeste, bajo una luz azul, se irán poniendo. La ubicación de los personajes es invariable en el orden en que se sientan y permite establecer alianzas, miradas cómplices, exclusiones. Luego de una especie de popurrí de gestos y palabras que se resignificarán en el decurso de la obra, paulatinamente, y con el subir de la luz, empieza a instalarse una anécdota contada en forma parcial, desordenada y que alterna lo coral con lo individual. Hay un marco ficcional que está señalado por la pregunta de uno de los actores “¿Qué hacemos acá?” y la respuesta de otro: “¿Y ellos?”, señalando al público, estableciendo un acá y un allá del cual están ausentes, ni más ni menos que Las Julietas. Como espectador uno duda sobre si debe o no revelar algunas de las claves que empiezan a cerrar la obra, pero al menos digamos que los años 50, evocados en muchos de los aspectos físicos de los personajes, y a través de alguna música producida en vivo o reproducida en “off” . Los primeros datos de Las Julietas las ubican naciendo en los años 50, como una compañía de varietés que representaban el drama de Shakespeare, hasta que las mujeres se mandaron mudar. Está anécdota así dicha, está sugerida por fragmentos del texto: “Ay de mí estoy tan lleno de pecado”.
A partir de este momento que genera el gran tema de la “uruguayez “ de la obra: la nostalgia por los 50 y el maracanazo, la pieza comienza a alternar las reflexiones comunes sobre qué tiempos aquellos, y una especie de despegue de solistas que desarrollan partes de su propia historia con un humor y un histrionismo espectacular. El “cittadino italiano” de Quijano, que disputa su origen con “Sanguinetti” colma la escena de canciones italianas y de pasta “amasada por la mamma”, mientras entona “O sole mio” o reproduce con su celular el himno italiano. Pero más allá del origen está el orgullo de la orientalidad que los une en una euforia alucinante en la que la repetición de “Uruguayos campeones” se transforma en un frenesí de humor.

Significativamente, al acabar este pandemonio las luces bajan, los actores retoman sus posturas originales y avisan: Está desordenado el principio y el fin, porque si vas muy rápido el principio está al final”. La pista estructural remite a aquellas épocas del circo criollo en el cual, los actores con peines y hojillas producen un desopilante pericón cuyas relaciones son, invariablemente, textos de Romeo y Julieta, e incluso de los más conocidos. ¿Si yo profano con mi mano indigna…Injusto con tu mano peregrino eres…

Siempre en la línea del metalenguaje un personaje dice: Ah mira, ya entendí. Y se lanzan a reflexionar sobre la naturaleza de las Julietas que se atrevieron a tomar cosas que no son propias de las mujeres, que se quedan en su casa, toda celeste como la patria, hasta con perro celeste. El personaje de Sanguinetti desea entonces expresar su condición de macho oriental, capaz de entender a las mujeres perfectamente, definido como el Only Lonely, quien en medio de sus anécdotas absurdas cuenta haber sido testigo del encuentro en el balcón de Romeo y Julieta que aparece registrado en un grabador de bolsillo en el cual Julieta dice sus parlamentos y él le contesta cual si fuera Romeo (¿No es esa la alondra..diré que aquella luz no es el amanecer” . Vueltos al presente los actores deciden que hay que “Cortar un poco” y se preguntan si ella iría a su casa, al baile, a la iglesia…La discusión se transforma en la pelea entre Mercuccio y Thibaldo, lo cual hace más vertiginosa la proximidad de los tiempos. El duelo se dirime a través de una graciosa ejecución y danza del tango Se dice de mí.

Nuevamente apaciguados los ánimos, la reyerta se centra en la definición de qué cosa le faltaba a Las Julietas. El acuerdo se logra a través de la expresión “Color profesional”. ¿Porqué no el celeste” Y allí arrancan con Los orientales, el poema cantado de Idea Vilariño.

Otro aspecto de la tradición “orientala” es la del soldado de Artigas, el Blandengue, que nos cuenta su historia y que tiene su momento de solista ya que, aunque inmóvil, es elegido como el ideal para hacer de Romeo. Esta alternancia de solos y coros está pautada por el estribillo de exaltación a la década de los 50, a la patria homenajeada en un malambo, en el uso de pequeños instrumentos musicales o elementos que funcionan como ellos y por la posposición del personaje de Alejandro Gayvoronski que espera su momento para demostrar que es “bruto actor”, pero sistemáticamente se lo ignora. Sin embargo finalmente logra su momento heroico, y le toca nada menos que el desenlace: “En la paz enlutada de este día…”

Este juego divertido, inteligente y sostenido por “brutos actores”, muchos de los cuales eran conocidos por nosotros y otros menos recordados como Quijano, en un excelente trabajo, no es solo un divertimento. Es un cruce. Todos los uruguayos sabemos , quizás más para mal que para bien, lo que fue el maracanazo y la época de las vacas gordas. Estamos perseguidos y marcados por el mito del éxito heroico y la abundancia. Cualquiera tiene idea de cuál es el argumento central de Romeo y Julieta aun sin haber leído o visto la pieza. Las historias circulan, se cruzan, se unen las unas a las otras de manera de constituir tradición antes que verdad. Lo “celeste” (hasta el perro) es una manera de ver el mundo y repetir nuestros mitos con sus carencias y sus gestas. El cruce de mitos, la sobriedad de recursos, el uso finísimo del humor reflexivo y una impecable dirección de actores que se “sacan chispas” unos a otros es la explicación de porqué Las Julietas ha sido un soplo refrescante en nuestra cartelera.
Fuente: Revista Caras y Caretas

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