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viernes, 11 de septiembre de 2009
miércoles, 5 de agosto de 2009
Volvemos. Teatro El Galpón recibe a Las Julietas. 8 únicas funciones.
Siguiendo las huellas de nuestros abuelos, y después de la gira soñada por Paso Belastiquí, Cerro de la Petisa, Villa Velázquez, Rotonda Gorda, Pando, Los Tórtolos, Sauce Rengo, Club Municipal de Sarandí de Navarro, Centro de Bochas de Playa Verde (donde, para nuestro regocijo, algunos memoriosos todavía recuerdan la noche en que el abuelo de Claudio compró choripanes y Coca Cola para toda la audiencia, unas quince personas), reponemos en Montevideo. Aquí algunas fotos de los primeros ensayos en El Galpón, con nuevo Bruto Actor: Mariano Prince. El próximo año nos espera Marindia y el Club Unión Vecinal de Paso de los Mellizos, pero de eso hablaremos en el 2010. Como nos enseñaron los viejos: a puro pulmón y sin un mango en el bolsillo...
LAS JULIETAS, Sala Atahualpa (Teatro El Galpón). Sábado 21hs, domingo 19hs. Únicas 8 funciones (del 8 al 30 de agosto de 2009).
martes, 4 de agosto de 2009
Shakespeare.uy. Por Bernadette Laitano (Sábado Show)
La presencia del autor inglés en la cartelera encuentra diferentes caminos para la representación, desde la lectura clásica, hasta las versiones más alejadas. Su genialidad, todos coinciden, no se discute.
Cuatrocientos años después de su muerte, Shakespeare sigue siendo el autor teatral más popular de cualquier período. No hay autor clásico ni contemporáneo que lo opaque en ese sentido. Y para reafirmarlo, alcanza con nombrar Romeo y Julieta. Pensar en Romeo es pensar en Julieta. Son dos nombres que difícilmente nuestro imaginario hoy pueda pronunciar por separado. Y decir Romeo y Julieta, es decir Shakespeare, aunque no todo el mundo haya leído la obra o visto la representación teatral. Más aún, aunque varios ni siquiera estén seguros de cómo se escribe correctamente `Shakespeare`, son muchos más los que tentados por un balcón, han parodiado la escena más famosa de la obra shakespeareana. Lo mismo sucede con Hamlet y su cuestión del "ser o no ser". ¿Qué otro parlamento, de cualquier otra obra teatral, de cualquier otro autor, es tan repetido incluso sin conocer su contexto y, por lo tanto, sin conocer su real significado o interpretación? Pero el parlamento está allí. Y se dice.
En la cartelera teatral 2009, Shakespeare está presente en sus más variadas posibilidades. Las Julietas, de Marianella Morena. Los Macbeth´s, de María Dodera y Marina Cultelli. La Señora Macbeth, de Griselda Gambaro con dirección de Juan Tocci. Hamlet, dirigido por Gabriela Iribarren. Y La tragedia de Macbeth, que interpretará la Comedia Nacional bajo la dirección de Mario Ferreira.
Esto no responde a ninguna causa particular porque, de hecho, Shakespeare nunca se dejó de representar, ni aquí ni en el resto del mundo. Sí es extraña la presencia múltiple que, casualmente, tiene este año en Montevideo. Por lo que corresponde al resto del mundo, actualmente el actor Jude Law interpreta a Hamlet (estrenó en Londres y ahora se presenta en Broadway), Philip Seymour Hoffman actúa en Otelo (también en Broadway con el Public Theatre) y Anne Hathaway es Viola en Twelfth Night, que el Public Theatre produce para lo que es Shakespeare in the Park, un festival que se realiza todos los veranos en Delaware Park para montar obras de Shakespeare bajo las estrellas y con entrada gratuita. Estos ejemplos no excluyen los trabajos realizados por la Royal Shakespeare Company de Inglaterra, cuyo propósito es "mantener a las audiencias actuales en contacto con Shakespeare como nuestro contemporáneo", y así como el trabajo de otras compañías y producciones independientes.
Las Julietas es el espectáculo que más lejos está de Shakespeare. Sin embargo, su nombre denota una presencia velada del autor inglés. Su directora, Marianella Morena, explica: "Es un punto de partida porque partimos de Romeo y Julieta y desde ahí creamos nuestro propio diálogo". Quienes hayan visto el espectáculo, que se presentó en La Candela (y reestrena en El Galpón), tendrán toda la razón al afirmar que no vieron Shakespeare, pero podrán tener algún atisbo de duda porque los actores llegan a decir un fragmento breve del texto. ¿Entonces? "Para mí, el planteo es dialogar con artistas que tienen un universo riquísimo. Él presenta ese universo y yo dialogo con él, tomo como punto de partida, en este caso, a Romeo y Julieta", señala. Después de una reconciliación ("a veces pasa que cuando leés un clásico, te cansa el lenguaje"), Morena se vio seducida por Shakespeare y su universo: "Hay algo que pulsa en él o que late en él como artista teatral, como artista de la acción, que es la desesperación, una desesperación por vivir y por mostrar la vida a través de permanentes contradicciones y tensiones. Yo tenía muchas ganas de utilizar ese motor y trabajarlo con cuatro actores que tuvieran una desesperación por actuar o trabajar, por no buscar una explicación lógica en cada procedimiento sino que lo que nos unió fue la pasión por el escenario".
Los Macbeth´s, de María Dodera, sí es una versión de Shakespeare en la que el espectador sale del espectáculo y, si bien no vio representado el texto La tragedia de Macbeth, sí vio Shakespeare y palpitó sus personajes: "Macbeth es una de las tragedias que más me gustan, por los personajes, por el cóncavo y convexo de la pareja. Yo le llamo Los Macbeth`s porque el personaje se conjuga de los dos, o sea, Macbeth no se completa sin ella y ella no se completa sin Macbeth (…) ¿Por qué versionarlo? Porque creo en la actualización. Shakespeare utiliza leyendas y hechos históricos y los actualiza a su tiempo, a su teatro isabelino. Él da el camino que es la actualización, lleva a su tiempo y verbo las historias que narra, entonces eso es lo que me lleva a traerlo a mi tiempo y a mi verbo".
Algo similar sucede con el reciente estreno de La señora Macbeth en El Galpón, escrita por la argentina Griselda Gambaro y dirigida por Juan Tocci. "Suponte que nadie conozca Macbeth, se va con el argumento de Macbeth en la cabeza", puntualiza Tocci, que quería trabajar con un clásico y encontró en el texto de Gambaro lo que estaba buscando: "Shakespeare prácticamente se pierde por completo y es una reescritura desde una óptica rioplatense y contemporánea. Cambian los signos. El acento se pone en la señora Macbeth como personaje central y Macbeth no aparece nunca, lo que lo transforma en la figura del poder, sin cuerpo y sin cara". De Shakespeare a Gambaro, y de Gambaro a Tocci, su puesta en escena tendría una doble relación de distancia con la obra original. Como dato aparte, la traducción de los versos de Shakespeare la realizó Idea Vilariño.
Una de las obras capitales de Shakespeare es Hamlet, obra que trascendió hasta convertir a su personaje en algo inmenso para cualquier actor que tenga la oportunidad de interpretarlo: "La única forma de representarlo o de encararlo es dejando que el personaje pase a través de uno, no tratar de componer un Hamlet de una forma determinada, con determinadas características en cuanto a un comportamiento físico o una psicología, sino tratar de abrir lugares de uno para que el personaje atraviese", señala Álvaro Armand Ugón que a fines de agosto actuará en esta obra dirigida por Gabriela Iribarren. Ambos artistas adelantan que trabajaron con la versión completa de la obra, por lo que el público verá un espectáculo de más de tres horas, con un intervalo de quince minutos: "Tratamos de desarrollar todos los aspectos de todo lo que nos propone la obra, la cuestión filosófica, la peripecia del personaje, todo el contenido humanista que posee, el poder, la amistad, el amor, la traición, la ambición, la locura, la venganza (...) Muchas veces, los clásicos se adjudican a un ámbito culturoso que yo no comparto, creo que es accesible a todos el disfrutarlo y el quedarse con lo que él nos proporciona. Shakespeare sigue siendo un autor muy moderno en cuanto a la estructura dramática que maneja, la cantidad de locaciones a las que hace referencia, el dinamismo de las acciones, el humor que también está aún en las tragedias", dice Iribarren sobre su puesta.
Y todavía en octubre se seguirá estrenando Shakespeare, esta vez con la Comedia Nacional, que eligió al clásico atendiendo a una de sus misiones, la de dar a conocer los grandes autores. "Muchos jóvenes conocen a Shakespeare en la secundaria y es algo que se ha mantenido a lo largo de los años porque yo estuve en el liceo en los `80 y me acuerdo que estudiamos Macbeth y ahora sigue ocurriendo. El teatro está hecho para verse representado y poder ofrecerles a los estudiantes esa posibilidad de ver el clásico nos pareció más que atractivo", explica Mario Ferreira, quien también señala que van a hacer la obra completa: "Me parece que la Comedia tiene posibilidades y reivindico esa posibilidad de, entre la diversidad de ofertas, que haya una oferta que muestre la obra completa".
Actualización, sí o no. "Si hoy en día para decir que Shakespeare es actual necesito parámetros tan ilustrativos como un jean, lo estoy negando". La afirmación es de Sergio Blanco y es una respuesta que le dio en 1997 a María Dodera, para un estudio que la directora presentó ante la UNESCO. Diferentes realizadores de Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Francia y España (que habían representado alguno de los clásicos de Shakespeare) respondieron, en uno de los capítulos del trabajo, qué significaba a su criterio actualizar un Shakespeare, y si era necesario. Hoy, la misma pregunta para los artistas entrevistados.
Para María Dodera, actualizar "es totalmente esencial" y significa "recodificarlo al hoy". Por eso fue que tomó la idea del poder presente en Macbeth y lo resignificó, ubicando al matrimonio en un círculo de poder vinculado a logias con apellidos imperantes. Tocci enfatiza que "una puesta original sería completamente inútil y prácticamente imposible, un trabajo de museo arqueológico, (por lo tanto) no hay posibilidad de trabajar con Shakespeare sin reescribirlo". Armand Ugón menciona la importancia de las traducciones y por el mismo camino va Mario Ferreira: "Me parece que lo que hay que hacer es encontrar, sin perder la grandeza del lenguaje, sin perder el lirismo que aparece en todas las obras de Shakespeare, conseguir que el lenguaje sea más fluido para el espectador". Marianella Morena da la puntada final: "Si vos tenés un diálogo permanente con el presente, y somos el presente los que hacemos el teatro, hay una responsabilidad por parte de los creadores escénicos, que somos los que trabajamos lo efímero, de tener una temperatura con tu presente. La obligación de las artes escénicas es dar algo vivo. Lo otro dejalo para los catedráticos, los antropólgos, arqueólogos, que puedan hacer el museo de Shakespeare. La obra sigue intacta, si vos querés leerla como texto está intacto, uno no interviene la obra, pero hay una responsabilidad de que vos vayas y te atrape, que puedas tener esa experiencia".
lunes, 27 de julio de 2009
Nuestros Shakespeares. Por Georgina Torello (Revista Dossier).
Sin necesidad de aniversarios que promuevan revivals ornamentales, el isabelino pasa por uno de sus mejores momentos: lo intervinieron Marianella Morena (Las Julietas) y María Dodera (Los Macbeth’s) –por su parte la Comedia Nacional se empeñó, para el final de temporada, con otro Macbeth dirigido por Mario Ferreira. Con poéticas desemejantes que además varían para cada espectáculo, Morena y Dodera declinan también esta vez, de manera diferente y en cierta forma antitética, sus apropiaciones de Shakespeare. Es decir, usan al “clásico” cuando es necesario, pero lo abandonan sin empacho ni culpa, saliendo de una lógica de respeto/no respeto que tanto afectó y afecta a nuestros países, y a toda su producción simbólica, desde la colonia hasta hoy.
Con una posición desenvueltamente postcolonial que Edward Said adoraría Las Julietas, de Morena, aunque multiplique el nombre de su personaje más enamorado e infausto al mismo tiempo (equiparable sólo a la Francesca de Dante) no reserva para Shakespeare la primera fila. El espectáculo funciona sólo en la medida en que el público entiende que el centro de interés, el objeto del discurso, no pasa por el uso del británico, ni siquiera por el acto parricida o por una decidida superación de la angustia de su influencia: desde el primer parlamento hasta el último los actores, Alejandro Gayvoronsky, Leonardo Pintos, Claudio Quijano y Santiago Sanguinetti, nos ofrecen un espejo, más o menos grotesco (tanto como seamos capaz de verlo/nos) del Uruguay de los últimos sesenta años. La operación no es nueva en la directora: como sedujo y abandonó a Molière cuando ya no lo necesitaba para escribir desde un lugar propio (Don Juan, el lugar del beso, 2005) y a Florencio Sánchez para darnos una versión aggiornata de sus restos (Los últimos Sánchez, 2006) lo mismo hace ahora con Shakespeare.
A través de cuatro actores en escena que sugieren algunos “tipos” autóctonos, pero son lo suficientemente elásticos para encarnar otros héroes, Las julietas mapea nuestra identidad (anclada en ese “soy celeste” o en “uruguayos campeones”) para descomponerla y arreglarla/rearmarla luego con una mirada extrañada. El espectáculo de Morena no acompaña de la mano al espectador “irritado” (como lo llamó Pirandello en Cada cual a su manera, 1924) y yo agregaría al espectador perezoso, en su recorrido por la nueva cartografía: hay que transitar solo por los parlamentos fragmentados, por los sentidos fragmentarios, atar los cabos que deja sueltos, tener ganas de ese fill in the blanks obligado para disfrutar el viaje. Pero una vez que se entra en el juego el blandengue y el italiano, el “bruto actor” y el don Juan crean algunos espacios del mejor humor (y las más fuertes risas del público) que se veía en mucho tiempo. El fragmento no corta la comunicación ni la gracia: la prolonga.
Presentada en la Casa Municipal de la Cultura, Los Macbeth’s de Dodera proyecta otro tipo de contrato con el espectador, más inclusivo. Las peripecias de esa pareja sanguinaria es contada a través de los ojos curiosos, fetichistas, del mayordomo (Adrián Prego) que nos lleva casi de la mano a recorrer la casa (decorada por César Rodríguez Ávila) anunciando los peligros y ciertas atmósferas, sugiriendo la atención sobre algunos rincones oscuros, invitándonos incluso a su minúscula habitación privada –es decir a un espacio literalmente fuera del drama. El recorrido por ese infierno mental que propuso Shakespeare en esta tragedia de cinco actos, se transforma así en el recorrido por las habitaciones (y balcones) llevados por ese lacayo que además interactúa con la Lady y su marido. Un Macbeth-recorrido propuso Álvaro Ahunchaín en el Teatro del Anglo en 1986: el público terminaba, luego de un éxodo por el vientre del teatro, en el escenario (y era aplaudido por los actores desde la platea): su juego era con el teatro como espacio, un juego metateatral. La operación de Dodera pasa, en cambio, por una variación del punto de vista: todo se ve a través de esa mirada adorante y casi perversa del súbdito que complica y potencia la mirada distanciada del público. Lo que se ve y se siente es filtrado a través de su juego con las anécdotas (de su infancia con el señor, de algún recuerdo que incluye a Lady Macbeth). En definitiva, Dodera formula una de las pocas miradas que podemos mantener con propiedad desde la colonia -para retomar a Said- agregando a las tantas versiones una nuestra y por lo tanto excéntrica, es decir, literalmente fuera del centro.
Con una posición desenvueltamente postcolonial que Edward Said adoraría Las Julietas, de Morena, aunque multiplique el nombre de su personaje más enamorado e infausto al mismo tiempo (equiparable sólo a la Francesca de Dante) no reserva para Shakespeare la primera fila. El espectáculo funciona sólo en la medida en que el público entiende que el centro de interés, el objeto del discurso, no pasa por el uso del británico, ni siquiera por el acto parricida o por una decidida superación de la angustia de su influencia: desde el primer parlamento hasta el último los actores, Alejandro Gayvoronsky, Leonardo Pintos, Claudio Quijano y Santiago Sanguinetti, nos ofrecen un espejo, más o menos grotesco (tanto como seamos capaz de verlo/nos) del Uruguay de los últimos sesenta años. La operación no es nueva en la directora: como sedujo y abandonó a Molière cuando ya no lo necesitaba para escribir desde un lugar propio (Don Juan, el lugar del beso, 2005) y a Florencio Sánchez para darnos una versión aggiornata de sus restos (Los últimos Sánchez, 2006) lo mismo hace ahora con Shakespeare.
A través de cuatro actores en escena que sugieren algunos “tipos” autóctonos, pero son lo suficientemente elásticos para encarnar otros héroes, Las julietas mapea nuestra identidad (anclada en ese “soy celeste” o en “uruguayos campeones”) para descomponerla y arreglarla/rearmarla luego con una mirada extrañada. El espectáculo de Morena no acompaña de la mano al espectador “irritado” (como lo llamó Pirandello en Cada cual a su manera, 1924) y yo agregaría al espectador perezoso, en su recorrido por la nueva cartografía: hay que transitar solo por los parlamentos fragmentados, por los sentidos fragmentarios, atar los cabos que deja sueltos, tener ganas de ese fill in the blanks obligado para disfrutar el viaje. Pero una vez que se entra en el juego el blandengue y el italiano, el “bruto actor” y el don Juan crean algunos espacios del mejor humor (y las más fuertes risas del público) que se veía en mucho tiempo. El fragmento no corta la comunicación ni la gracia: la prolonga.
Presentada en la Casa Municipal de la Cultura, Los Macbeth’s de Dodera proyecta otro tipo de contrato con el espectador, más inclusivo. Las peripecias de esa pareja sanguinaria es contada a través de los ojos curiosos, fetichistas, del mayordomo (Adrián Prego) que nos lleva casi de la mano a recorrer la casa (decorada por César Rodríguez Ávila) anunciando los peligros y ciertas atmósferas, sugiriendo la atención sobre algunos rincones oscuros, invitándonos incluso a su minúscula habitación privada –es decir a un espacio literalmente fuera del drama. El recorrido por ese infierno mental que propuso Shakespeare en esta tragedia de cinco actos, se transforma así en el recorrido por las habitaciones (y balcones) llevados por ese lacayo que además interactúa con la Lady y su marido. Un Macbeth-recorrido propuso Álvaro Ahunchaín en el Teatro del Anglo en 1986: el público terminaba, luego de un éxodo por el vientre del teatro, en el escenario (y era aplaudido por los actores desde la platea): su juego era con el teatro como espacio, un juego metateatral. La operación de Dodera pasa, en cambio, por una variación del punto de vista: todo se ve a través de esa mirada adorante y casi perversa del súbdito que complica y potencia la mirada distanciada del público. Lo que se ve y se siente es filtrado a través de su juego con las anécdotas (de su infancia con el señor, de algún recuerdo que incluye a Lady Macbeth). En definitiva, Dodera formula una de las pocas miradas que podemos mantener con propiedad desde la colonia -para retomar a Said- agregando a las tantas versiones una nuestra y por lo tanto excéntrica, es decir, literalmente fuera del centro.
sábado, 13 de junio de 2009
El sudor del actor es la poesía. Por Leonardo Flamia (Guía del Ocio).
Es todo un desafío intentar describir esta nueva obra de Marianella Morena, una creadora versátil, con una libertad estética difícil de imaginar a priori. La dinámica de trabajo que se propone es un “diálogo” como ella dice, en múltiples direcciones que genere el espectáculo. Diálogo entre una obra y nuestro presente particular, pero ese “nuestro” no es una cosa absoluta. En realidad es el presente de Morena, y el de los actores, el que entra en juego con la obra y da un resultado X. Pero para aumentar el desafío vamos a un momento fundacional de nuestra historia reciente, el maracanazo. Ser uruguayo, no oriental, uruguayo, es algo mucho más fácil de explicar apelando a Obdulio Varela y Ghiggia que a Oribe, Rivera o Artigas. Por eso si ponemos en el medio al maracanazo, simbolizado por un supuesto grupo teatral de los dorados cincuentas celestes, la ecuación aumenta de grado, aquel resultado X empieza a tener exponentes cada vez más elevados.
Un vértice entonces es una obra, en este caso “Romeo y Julieta” de Shakespeare. Otro vértice son las personalidades, aptitudes, imaginación, etcétera, de los creadores, actores y directora. El último vértice es el mito del maracaná, el Uruguay del cincuenta. ¿Qué surge de esto? Ponerle nombre es difícil, pero estamos ante la obra más divertida que hemos visto en varios años. El humor lo transpira el espectáculo, no se necesitan ni chistes ni situaciones humorísticas más tradicionales. Ya al comienzo, cuando van apareciendo los actores en ropa interior, en calzoncillos bah, tenemos algunas pistas. El primero de los actores, con su lugar a la derecha de la platea, es Carlos Quijano (excelente este nombre para la obra), luego es el turno de Alejandro Gayvoronsky, quien parece ser algo más elevado de altura, el tercero es Leonardo Pintos, más alto aún, nuestro cerebro ordena las piezas y… aparece Santiago Sanguinetti, el más bajo de todos, encima con lentes de sol, pelo largo y pose de galán. En varios pasajes de la obra un simple cambio de un orden predecible nos apronta para reírnos. Uno imagina que la mención de Verona en un ensayo fácilmente llama a una pronunciación italiana, a una actuación más enfática, a la aparición de la pasta casera, pero lo que sucede en el escenario con esos elementos confluyendo genera una hilaridad incontenible. Resuenan como un eco, muy a lo lejos, situaciones de la obra de Shakespeare, que de alguna forma van dándole un hilo a la obra, hasta la aparición del “bruto actor” interpretado por Gayvoronsky que ya hace imposible contener la risa. La pieza culmina, como un juego perfecto, con una despedida exactamente inversa a la presentación. El elenco se complementa a la perfección, suponemos que la naturalidad lograda tiene mucho que ver con un espectáculo dominado tan al dedillo que no percibimos los momentos de necesaria improvisación. Como dice la directora en el programa “Que la poesía sea el sudor del actor en cada función” y vaya si hay poesía.
Esto no es una versión de “Romeo y Julieta”, más que nada porque el texto parece ser un punto de partida y no de llegada. El año pasado Marianella Morena nos había presentado “Jaula de amor”, un espectáculo contenido en su temática, que obviamente no podía incluir al humor, pero que además estaba íntegramente contenido en la fatal sentencia “Después de vos nada” que decían los personajes al comienzo. “Las Julietas”, que quizá tenga un proceso creativo similar, sin embargo parece dispararse en múltiples direcciones y solo al final podemos organizar lo que vemos. Eso es lo destacable, más allá de las temáticas disímiles, los procedimientos llevan a la creadora hacia lugares que controla, pero que escapan a lo rutinario, que logran ser un espectáculo unitario, pero que nunca se repite.
Fuente: Guía del Ocio (Diario Últimas Noticias), viernes 12 de junio.
domingo, 7 de junio de 2009
Todo Celeste (Revista Factor S)
De identidad, de costumbres… Cuesta clasificar a LAS JULIETAS, una obra que transmite sensaciones mediante acciones dramáticas con ironía, con humor; teatro que surge de “mezclar estímulos, materiales provenientes de la música, las artes visuales, la imaginación y nosotros improvisando”, explica su directora, Marianella Morena.
Al principio nada, el espacio vacío y el vestuario esperando a los actores. El entorno de La Candela parece perfecto para ser voyeur de la intimidad de cuatro hombres que por momentos parecen cuatro viejos en un banco de una plaza. Son actores fusionando recuerdos de la obra que debían actuar, discuten e intercambian anécdotas, vivencias, ideas, posturas. La música va acompañando distintos instantes sumándose, en muchos casos, el canto más o menos eufórico de los personajes según la evocación.
LAS JULIETAS no parte de un texto concreto sino de las ganas de hacer teatro, “las ganas de trabajar con actores jóvenes que estuvieran dispuestos a todo” dice Morena. Sí se toma como punto de partida para la exploración el clásico Romeo y Julieta de William Shakespeare con el que la directora confiesa haber tenido “un romance atrasado, no resuelto, que no podía poner en práctica”, y agrega, “quise tomar y cruzar esos amores sumando la dificultad, porque la dificultad es un vestido que no se quita nunca. Me gustaba la idea de raptar a Julieta y cambiarle el contexto, hacernos preguntas sobre ¿Qué sobrevivió? ¿El texto, la trama, la anécdota, el rumor? Todo el mundo sabe de qué trata, aunque no se haya leído. Esa forma de supervivencia nos interesa, me gusta, es tomar contacto con la realidad de lo que sobrevive y cómo, olvidarse del documento y hacerlo vivir, porque el teatro es escena y la escena es sudor, presente, realidad.” Morena manifiesta haber tenido más interés en la trama que en el texto, “lo que sobrevive es el deseo y no el texto, es el rumor y no el desarrollo, es la complejidad humana y el orden de las escenas.” A una Julieta en cuerpos de varones se le incorporó la vivencia nacional de los años '50 y se jugó, en la creación del texto, con la masculinidad abordando con humor las características socio-culturales que contiene. En el programa la directora expresa que hacer teatro “es perderle miedo al tiempo, entrar en el presente y dialogar con él”. Leonardo Pintos, uno de los actores, explica que debido a la confianza generada entre actores y directora, “el proceso fue un juego y el diálogo se convirtió en la forma de trabajar incorporando elementos de nuestra realidad y eliminando la representación, de hecho no trabajamos personajes, trabajamos situaciones y tuvimos como premisa la verdad. A partir de ahí el humor vino solo y los 'personajes' también.” En LAS JULIETAS la música es un buen soporte, el vestuario está correcto y todo juega a favor para que se presencie teatro pero LAS JULIETAS son sus actores, cuatro jóvenes que dejan su talento en escena. Además del buen trabajo de Leonardo Pintos actúan Santiago Sanguinetti, Alejandro Gayvoronsky y Claudio Quijano; cada uno con su cuota de gracia y sus comentarios oportunos.
Trabajar con actores jóvenes transmite una energía particular, el mismo texto se hubiera recibido de modo distinto con actores viejos. La famosa obra “Mi muñequita (la farsa)”, de Gabriel Calderón, contó, entre otras singularidades, con la presencia de actores jóvenes y si bien no fue una innovación sí se trató de algo poco común que reforzó el espíritu de la obra. Marianella Morena cuenta que, para LAS JULIETAS, “tenía ganas de sangre joven, valientes, hambrientos, pero también de sumar masculinidades, de ver cuatro hombres jóvenes dejando todo. Cambiar el ángulo, el lugar, el rol, olvidarnos y centrarnos, enfrentar los opuestos y reírnos de nosotros mismos”. El objetivo del humor queda claro en un ejercicio, físico y psíquico, permanente. Son cuatro hombres pero son Julieta, “ficción y realidad, seducción y machismo, cuatro hombres desde una mujer, desnudos, expuestos, abiertos, pero también jugando, liberándose y criticando las miserias que nos caracterizan. Con cariño y desenfado, sin prejuicios, sin problemas con la experimentación física, llámese golpe, cachetada, baile, abrazo, sin rencor y sin residuo: bien masculino. Eso me gusta, es amplio, hace sudar, da imágenes y proyecta espacios concretos y lúdicos, la fantasía también convive con lo doméstico.”, así explica Morena lo presentado en el escenario. “Si bien Marianella creó la columna, cada uno de nosotros desarrolló su universo paralelo y eso significó un crecimiento para nosotros como actores” afirma Pintos.
LAS JULIETAS traslada al espectador a costumbres nacionales y hábitos de esos que no se cuestionan mediante la representación de situaciones comunes. Son personajes desenvueltos que actúan con espontaneidad, cantan y bailan. “El baile invita, relaja, tiene humor, nos acerca y cambia planos del lenguaje, aporta ritmo y es necesario para conectarnos.”, expresa Morena. Una obra que demuestra en la dramatización la pasión de una directora que entiende que hay que entregarse, “primero a uno, hasta perderse en el infinito de uno mismo y después al otro, hasta perderse en el infinito del otro, cuando uno se ejercita en la entrega, el resto es placer. Y el placer es un conocimiento muy poco transitado.”
Al principio nada, el espacio vacío y el vestuario esperando a los actores. El entorno de La Candela parece perfecto para ser voyeur de la intimidad de cuatro hombres que por momentos parecen cuatro viejos en un banco de una plaza. Son actores fusionando recuerdos de la obra que debían actuar, discuten e intercambian anécdotas, vivencias, ideas, posturas. La música va acompañando distintos instantes sumándose, en muchos casos, el canto más o menos eufórico de los personajes según la evocación.
LAS JULIETAS no parte de un texto concreto sino de las ganas de hacer teatro, “las ganas de trabajar con actores jóvenes que estuvieran dispuestos a todo” dice Morena. Sí se toma como punto de partida para la exploración el clásico Romeo y Julieta de William Shakespeare con el que la directora confiesa haber tenido “un romance atrasado, no resuelto, que no podía poner en práctica”, y agrega, “quise tomar y cruzar esos amores sumando la dificultad, porque la dificultad es un vestido que no se quita nunca. Me gustaba la idea de raptar a Julieta y cambiarle el contexto, hacernos preguntas sobre ¿Qué sobrevivió? ¿El texto, la trama, la anécdota, el rumor? Todo el mundo sabe de qué trata, aunque no se haya leído. Esa forma de supervivencia nos interesa, me gusta, es tomar contacto con la realidad de lo que sobrevive y cómo, olvidarse del documento y hacerlo vivir, porque el teatro es escena y la escena es sudor, presente, realidad.” Morena manifiesta haber tenido más interés en la trama que en el texto, “lo que sobrevive es el deseo y no el texto, es el rumor y no el desarrollo, es la complejidad humana y el orden de las escenas.” A una Julieta en cuerpos de varones se le incorporó la vivencia nacional de los años '50 y se jugó, en la creación del texto, con la masculinidad abordando con humor las características socio-culturales que contiene. En el programa la directora expresa que hacer teatro “es perderle miedo al tiempo, entrar en el presente y dialogar con él”. Leonardo Pintos, uno de los actores, explica que debido a la confianza generada entre actores y directora, “el proceso fue un juego y el diálogo se convirtió en la forma de trabajar incorporando elementos de nuestra realidad y eliminando la representación, de hecho no trabajamos personajes, trabajamos situaciones y tuvimos como premisa la verdad. A partir de ahí el humor vino solo y los 'personajes' también.” En LAS JULIETAS la música es un buen soporte, el vestuario está correcto y todo juega a favor para que se presencie teatro pero LAS JULIETAS son sus actores, cuatro jóvenes que dejan su talento en escena. Además del buen trabajo de Leonardo Pintos actúan Santiago Sanguinetti, Alejandro Gayvoronsky y Claudio Quijano; cada uno con su cuota de gracia y sus comentarios oportunos.
Trabajar con actores jóvenes transmite una energía particular, el mismo texto se hubiera recibido de modo distinto con actores viejos. La famosa obra “Mi muñequita (la farsa)”, de Gabriel Calderón, contó, entre otras singularidades, con la presencia de actores jóvenes y si bien no fue una innovación sí se trató de algo poco común que reforzó el espíritu de la obra. Marianella Morena cuenta que, para LAS JULIETAS, “tenía ganas de sangre joven, valientes, hambrientos, pero también de sumar masculinidades, de ver cuatro hombres jóvenes dejando todo. Cambiar el ángulo, el lugar, el rol, olvidarnos y centrarnos, enfrentar los opuestos y reírnos de nosotros mismos”. El objetivo del humor queda claro en un ejercicio, físico y psíquico, permanente. Son cuatro hombres pero son Julieta, “ficción y realidad, seducción y machismo, cuatro hombres desde una mujer, desnudos, expuestos, abiertos, pero también jugando, liberándose y criticando las miserias que nos caracterizan. Con cariño y desenfado, sin prejuicios, sin problemas con la experimentación física, llámese golpe, cachetada, baile, abrazo, sin rencor y sin residuo: bien masculino. Eso me gusta, es amplio, hace sudar, da imágenes y proyecta espacios concretos y lúdicos, la fantasía también convive con lo doméstico.”, así explica Morena lo presentado en el escenario. “Si bien Marianella creó la columna, cada uno de nosotros desarrolló su universo paralelo y eso significó un crecimiento para nosotros como actores” afirma Pintos.
LAS JULIETAS traslada al espectador a costumbres nacionales y hábitos de esos que no se cuestionan mediante la representación de situaciones comunes. Son personajes desenvueltos que actúan con espontaneidad, cantan y bailan. “El baile invita, relaja, tiene humor, nos acerca y cambia planos del lenguaje, aporta ritmo y es necesario para conectarnos.”, expresa Morena. Una obra que demuestra en la dramatización la pasión de una directora que entiende que hay que entregarse, “primero a uno, hasta perderse en el infinito de uno mismo y después al otro, hasta perderse en el infinito del otro, cuando uno se ejercita en la entrega, el resto es placer. Y el placer es un conocimiento muy poco transitado.”
lunes, 11 de mayo de 2009
Las Julietas: ¿Un Uruguay que fue? Por Ana Laura Barrios (blog Entre Tablas)
“Lejana o no, la mitología sólo puede tener fundamento histórico, pues el mito es un habla elegida por la historia no surge de la “naturaleza” de las cosas.”
Mitologías, Roland Barthes. Pág. 200.
Mitologías, Roland Barthes. Pág. 200.
Marianella Morena arriesga y apuesta. Esa postura descontracturada (por tanto libre) y a su vez comprometida con la escena hace que sus puestas, frontales y honestas, encuentren desde la experimentación un lugar y un sentido. En Jaula de amor la directora inspirada por una noticia policial compuso un texto desde la escena, en el trabajo con los actores. Creó así, por tanto, un texto vivo más cerca de la innovación que del cliché. Con una forma de trabajo similar Las Julietas nació desde una idea que rondaba en su cabeza: abordar Romeo y Julieta desde el hoy. Nuevamente eligió a los actores para acompañarla en ese viaje, para poder, en conjunto, reconstruir un texto que vivía en el interior de cada uno. Bajo la guía y la idea original de Morena el grupo conformado por Santiago Sanguinetti, Alejandro Gayvoronsky, Leonardo Pintos y Claudio Quijano, reflexionó y creó desde los ensayos una puesta que dialoga con el clásico de Shakespeare en varias direcciones: directamente con fragmentos de su texto original e indirectamente con sus ecos y con los nuevos nexos e interpretaciones que se disparan desde el hoy. El puntapié definitivo cuajó desde una anécdota familiar: los abuelos de uno de los actores en los ’50, a la deriva y sin director, realizaron por el interior un varieté criollo basado en textos de Shakespeare. En ese punto, aparentemente distante, se inició el diálogo. Dos mitos se encontraron: la tragedia de Shakespeare que no pierde su vigencia, y las fórmulas de una forzada identidad nacional basada en hechos pasados y perdidos. Una puesta de actores en torno a un texto Los cuatro actores llegan a escena con poco vestuario. Se presentan despojados, con sus armas a cuestas: cuerpo y mente. Sobre el escenario toman sus trajes y comienzan a dar vida a sus personajes. En ese ambiente la directora los contiene y a su vez los libera: les brinda un espacio de seguridad pero sólo delimitado por pocos elementos escénicos. Lo que prima es su presencia, sus gestos, sus acciones, sus palabras. El juego que se multiplica desde el título de la obra es la develación de una identidad. En ese camino los actores son ellos y a su vez sus personajes: se construyen a sí mismos sobre el escenario. Así Sanguinetti y Quijano pueden enfrentarse por el origen italiano de sus propios apellidos o ser Only Delonely y Cittadino italiano. Las prometidas Julietas, mientras tanto, aparecen en historias desde su ausencia como los mitos que perpetúan hechos que no están presentes. Esa ambigüedad en la relación entre los personajes, esa indefinición que crece a lo largo de la obra desmorona una de las tantas leyendas enquistadas en la sociedad: el macho tano, tanguero, ganador ¿real o ficticio? ¿rol o etiqueta? ¿Romeo o Julieta? Desde situaciones cargadas de un humor irónico e inteligente se cuestionan varias verdades canónicas. Surgen así las capas que conforman una identidad erigida en base a mitos: ¿lo celeste como postura o como imposición? ¿Qué es ser celeste al final de cuentas? El mito se presenta desde su carácter imperativo, universal, donde todo se vuelve parte de él, un diálogo se repite: “todo celeste, el perro celeste…” Los personajes ironizan (a modo de charla que puede ser la de unos amigos en la barra de un bar) en torno a premisas arraigadas y arrastradas de una década que no permite avanzar. Sus fuerzas chocan entre el querer conservarlas y el intentar desecharlas. Sobre la escena aparecen los mil modos de representarla en un juego constante con la memoria: desde una canción popular a un rol social (la historia del blandengue, la del gaucho) La sensación desde el discurso es que en esa identidad sólo quedan las formas, mientras el pasado se evapora: ”Uruguayos campeones de América y del mundo…”, suena y se repite a coro hasta agotarse. Según afirma Barthes en su análisis: “Por más paradójico que pueda parecer, el mito no oculta nada: su función es la de deformar , no la de hacer desaparecer.”(1) Así la permanente invocación a la memoria, con su letargo y su visión fragmentada ironiza e intenta reconstruir las bases del mito: su transmisión oral a la vez que muta, deforma. Así como la historia shakespereana, el Uruguay del ’50 con el paso del tiempo toma un tinte utópico. La primera una historia de amor contada de boca en boca, que excede a su autor y se ubica en un status idealizado. La segunda una identidad totalizadora que todo lo agobia, resumida en el color celeste como el tópico ideal. Desde el humor se teje un doble juego entre el acercamiento y la distancia creativa, que descubre y a la vez cuestiona esos mitos. Esas antiguas historias en su carácter mitológico pueden adquirir cierto vuelco sagrado e intocable y, paradójicamente, también ser consideradas falsas y poco creíbles. El paralelismo que se establece entre ambas no parece tan desacertado: una historia de amor ideal con final trágico que dialoga con una parte de la historia de un Uruguay... ¿qué fue?
(1) Barthes, Roland. (2003). Mitologías. Argentina:Siglo XXI Editores. Pág.213.
Ana Laura Barrios.
Fuente: Blog Entre Tablas,
sábado, 9 de mayo de 2009
Verona celeste. Por Javier Alfonso (Semanario Búsqueda)
Marianella Morena siempre se las ingenia para sorprender seducir y conquistar a unos cuantos y escandalizar a otros tantos. Como Mariana Percovich con “Bodas de sangre”, el año pasado, Las julietas, su reciente estreno, divide las plateas entre quienes la aman y aplauden de pie, y quienes la odian y se van de la sala refunfuñando la bronca acumulada. “Esto no es Lorca”, aseguraban el año pasado. “¿Qué tiene que ver Shakespeare con esta payasada?, se preguntan hoy. Por lo general quienes disfrutan, celebran, recomiendan y hasta vuelven a verla otra vez, son jóvenes. Es más, en buena parte, el creciente retorno de la juventud a las salas teatrales montevideanas, se debe a este tipo de propuestas, que presentan textos magistrales leídos con lucidez sobre las tablas, acompasados a los tiempos y formas de hoy. Como es de esperar, el rechazo proviene generalmente de la porción más tradicional y conservadora del público teatral montevideano, reticente a estas relecturas o adaptaciones contemporáneas de grandes clásicos. Sin embargo, se suele olvidar que justamente la principal virtud que convierte a una obra en un clásico es su capacidad de dialogar con el presente. Las julietas, estrenada el 15 de abril en La Candela, encaja a la perfección en la obra de Morena, que mantiene una coherencia estética singular en la escena local. Como es habitual, Morena elige una temática conocida y la reinterpreta, la pone a dialogar con su tiempo. Ya lo hizo con el mito de Don Juan en “Don Juan, el lugar del beso”, con Florencio Sánchez en “Los últimos Sánchez”, con “El furgón de los locos”, de Carlos Liscano, en “Resiliencia”, obra que permitió a Álvaro Armand Ugún hacer el mejor papel de su carrera. Ahora es el turno de Shakespeare, que inspiró a Morena con “Romeo y Julieta”, mezclado aquí con el Uruguay del siglo XX. En la década de 1950 un grupo de jóvenes actores aficionados, conocidos como “Las julietas”, recorre el Interior del país con una representación criolla de “Romeo y Julieta”. Hoy sus hijos, nietos y sobrinos descubren la historia y la cuentan, al tiempo que demuestran, en la práctica, algunas de las formas de representación cercana al varieté que dominaban la escena popular en esos tiempos, asociada a la tradición carnavalera de murgas, comparsas y viejas troupes. Lo cierto es que Alejandro Gayvoronsky, Santiago Sanguinetti, Claudio Quijano y Leonardo Pintos se despachan con un desparpajo inusitado y sacan adelante una de las comedias más graciosas de los últimos tiempos. Los cuatro exhiben una química perfecta para el humor verbal, gestual y corporal en todas sus diferentes escalas. Los cuatro logran, sin más recursos que sus propios cuerpos —más alguna escasa ayudita técnica—, que la platea ingrese en esa zona misteriosa donde hasta el chiste más pavo, o la mueca más pequeña, detonan una nueva carcajada. Los cuatro surfean como verdaderos expertos ese mar que los lleva en un segundo de la calma al frenesí de estar en medio de una ola de palabras, piernas, brazos y caras entreveradas. Los cuatro revelan detrás suyo una dirección ejemplar, que deja espacio a la creación espontánea del intérprete, lo cual, en este caso, se agradece sobremanera.“Romeo y Julieta” entra y sale de este nuevo fresco sobre la identidad uruguaya, lleno de dichos y frases comunes, pero que el paso del tiempo no alcanza a debilitar. Por momentos ellos son Montescos y Capulettos celestes entreverados en pasiones criollas relacionadas con la virilidad, la sangre europea que aún corre por esas venas, el amor a la patria y a sus tradiciones, con el color celeste —estampado hasta en los calzoncillos del cuarteto— como su síntesis paradigmática. Todo ilustrado con tangos, malambos, milongas, canzonettas y hasta con los célebres versos de “Los Orientales”, escritos por Idea Vilariño y entonados por Los Olimareños. Nadie mejor que Morena puede explicar este concepto: “Hacer teatro es perderle el miedo al tiempo, entrar en el presente y dialogar con él. Mi intención es dialogar con los clásicos. Universales y nacionales. Dialogar quiere decir: escuchar lo que dicen y responderle desde este Uruguay en este momento. El teatro es presente: la función. Es el pulso más cercano al presente. Nos interesa decir quiénes somos, pero nos interesan mucho los que perduran en el tiempo con la palabra dramática. ¿Cómo dialogar? ¿Cómo negociar? ¿Cómo amar sin invadir ni colonizar ni perturbar ni maltratar ni ofender ni violar?”, se pregunta. “Dialogando”, se responde. “El hoy es diálogo. El presente histórico y político habla de diálogo, de negociación, de conciliación, de no confrontación, de encontrar los mecanismos de entendimiento. Esa es nuestra intención con Romeo y Julieta. Y lo hicimos”. Los miércoles y jueves en La Candela, el espectador podrá poner a prueba esta afirmación. Aplaudirá o se irá con cara larga. Pero seguro que en las horas siguientes no pensará en otra cosa.
Javier Alfonso.
Fuente: Semanario Búsqueda.
sábado, 25 de abril de 2009
Shakespeare y Maracaná. Por María Esther Burgueño (Caras y Caretas)
Marianella Morena es una creadora original en el contexto del teatro uruguayo. Sus interrelaciones entre diversos textos han dado lugar a espectáculos tales como “Don Juan, el lugar del beso”, uno de los más hermosos que hemos visto en la escena montevideana. Sabedores de este gusto por el diálogo nos intrigaba realmente esta puesta de Las Julietas en la que Shakespeare dialogaría con cuatro actores de los años 50 en el Uruguay y con el hoy. El espectador encuentra un escenario con cuatro sillas, una mesita con vasos y dos atriles. De las sillas penden las ropas que los actores, que entran con calzoncillo celeste, bajo una luz azul, se irán poniendo. La ubicación de los personajes es invariable en el orden en que se sientan y permite establecer alianzas, miradas cómplices, exclusiones. Luego de una especie de popurrí de gestos y palabras que se resignificarán en el decurso de la obra, paulatinamente, y con el subir de la luz, empieza a instalarse una anécdota contada en forma parcial, desordenada y que alterna lo coral con lo individual. Hay un marco ficcional que está señalado por la pregunta de uno de los actores “¿Qué hacemos acá?” y la respuesta de otro: “¿Y ellos?”, señalando al público, estableciendo un acá y un allá del cual están ausentes, ni más ni menos que Las Julietas. Como espectador uno duda sobre si debe o no revelar algunas de las claves que empiezan a cerrar la obra, pero al menos digamos que los años 50, evocados en muchos de los aspectos físicos de los personajes, y a través de alguna música producida en vivo o reproducida en “off” . Los primeros datos de Las Julietas las ubican naciendo en los años 50, como una compañía de varietés que representaban el drama de Shakespeare, hasta que las mujeres se mandaron mudar. Está anécdota así dicha, está sugerida por fragmentos del texto: “Ay de mí estoy tan lleno de pecado”.
A partir de este momento que genera el gran tema de la “uruguayez “ de la obra: la nostalgia por los 50 y el maracanazo, la pieza comienza a alternar las reflexiones comunes sobre qué tiempos aquellos, y una especie de despegue de solistas que desarrollan partes de su propia historia con un humor y un histrionismo espectacular. El “cittadino italiano” de Quijano, que disputa su origen con “Sanguinetti” colma la escena de canciones italianas y de pasta “amasada por la mamma”, mientras entona “O sole mio” o reproduce con su celular el himno italiano. Pero más allá del origen está el orgullo de la orientalidad que los une en una euforia alucinante en la que la repetición de “Uruguayos campeones” se transforma en un frenesí de humor.
A partir de este momento que genera el gran tema de la “uruguayez “ de la obra: la nostalgia por los 50 y el maracanazo, la pieza comienza a alternar las reflexiones comunes sobre qué tiempos aquellos, y una especie de despegue de solistas que desarrollan partes de su propia historia con un humor y un histrionismo espectacular. El “cittadino italiano” de Quijano, que disputa su origen con “Sanguinetti” colma la escena de canciones italianas y de pasta “amasada por la mamma”, mientras entona “O sole mio” o reproduce con su celular el himno italiano. Pero más allá del origen está el orgullo de la orientalidad que los une en una euforia alucinante en la que la repetición de “Uruguayos campeones” se transforma en un frenesí de humor.
Significativamente, al acabar este pandemonio las luces bajan, los actores retoman sus posturas originales y avisan: Está desordenado el principio y el fin, porque si vas muy rápido el principio está al final”. La pista estructural remite a aquellas épocas del circo criollo en el cual, los actores con peines y hojillas producen un desopilante pericón cuyas relaciones son, invariablemente, textos de Romeo y Julieta, e incluso de los más conocidos. ¿Si yo profano con mi mano indigna…Injusto con tu mano peregrino eres…
Siempre en la línea del metalenguaje un personaje dice: Ah mira, ya entendí. Y se lanzan a reflexionar sobre la naturaleza de las Julietas que se atrevieron a tomar cosas que no son propias de las mujeres, que se quedan en su casa, toda celeste como la patria, hasta con perro celeste. El personaje de Sanguinetti desea entonces expresar su condición de macho oriental, capaz de entender a las mujeres perfectamente, definido como el Only Lonely, quien en medio de sus anécdotas absurdas cuenta haber sido testigo del encuentro en el balcón de Romeo y Julieta que aparece registrado en un grabador de bolsillo en el cual Julieta dice sus parlamentos y él le contesta cual si fuera Romeo (¿No es esa la alondra..diré que aquella luz no es el amanecer” . Vueltos al presente los actores deciden que hay que “Cortar un poco” y se preguntan si ella iría a su casa, al baile, a la iglesia…La discusión se transforma en la pelea entre Mercuccio y Thibaldo, lo cual hace más vertiginosa la proximidad de los tiempos. El duelo se dirime a través de una graciosa ejecución y danza del tango Se dice de mí.
Nuevamente apaciguados los ánimos, la reyerta se centra en la definición de qué cosa le faltaba a Las Julietas. El acuerdo se logra a través de la expresión “Color profesional”. ¿Porqué no el celeste” Y allí arrancan con Los orientales, el poema cantado de Idea Vilariño.
Otro aspecto de la tradición “orientala” es la del soldado de Artigas, el Blandengue, que nos cuenta su historia y que tiene su momento de solista ya que, aunque inmóvil, es elegido como el ideal para hacer de Romeo. Esta alternancia de solos y coros está pautada por el estribillo de exaltación a la década de los 50, a la patria homenajeada en un malambo, en el uso de pequeños instrumentos musicales o elementos que funcionan como ellos y por la posposición del personaje de Alejandro Gayvoronski que espera su momento para demostrar que es “bruto actor”, pero sistemáticamente se lo ignora. Sin embargo finalmente logra su momento heroico, y le toca nada menos que el desenlace: “En la paz enlutada de este día…”
Este juego divertido, inteligente y sostenido por “brutos actores”, muchos de los cuales eran conocidos por nosotros y otros menos recordados como Quijano, en un excelente trabajo, no es solo un divertimento. Es un cruce. Todos los uruguayos sabemos , quizás más para mal que para bien, lo que fue el maracanazo y la época de las vacas gordas. Estamos perseguidos y marcados por el mito del éxito heroico y la abundancia. Cualquiera tiene idea de cuál es el argumento central de Romeo y Julieta aun sin haber leído o visto la pieza. Las historias circulan, se cruzan, se unen las unas a las otras de manera de constituir tradición antes que verdad. Lo “celeste” (hasta el perro) es una manera de ver el mundo y repetir nuestros mitos con sus carencias y sus gestas. El cruce de mitos, la sobriedad de recursos, el uso finísimo del humor reflexivo y una impecable dirección de actores que se “sacan chispas” unos a otros es la explicación de porqué Las Julietas ha sido un soplo refrescante en nuestra cartelera.
Fuente: Revista Caras y Caretas
viernes, 24 de abril de 2009
Sonora bofetada a la lógica. Por Egon Friedler (Semanario Hebreo).
Esta pieza puede definirse como una “julietada”, es decir una resonante bofetada a la lógica dada en nombre de la pobre Julieta de Shakespeare, arbitrariamente metida en este lío. Una característica típica de este divertido engendro es su difícil clasificación. Por ejemplo ¿ que podría decir un inocente espectador si alguien tiene la falta de tacto de preguntarle de qué diablos trata la obra? Sin duda, se vería en dificultades para explicar un argumento magníficamente inexistente.
Vagamente, “Las Julietas” alude a un mitológico grupo de teatro de los años cincuenta del siglo pasado cuyos méritos artísticos siguen siendo muy discutidos ( para algunos era horrible, mientras otros en cambio lo consideraban espantoso). Los nostálgicamente melancólicos o melancólicamente nostálgicos actores (muy a la uruguaya) recuerdan glorias pasadas y pesadas. Por momentos reflexionan (seguramente sobre la nada) y por momentos ensayan o estallan con feroz apasionamiento, bailan tango o se agreden furiosamente para luego abrazarse fraternalmente con la misma fogosidad. Las extrañas motivaciones de los cuatro personajes para actuar cómo actúan o para quedarse sentados mirando inquisitivamente el vacío, constituyen secretos muy bien guardados por parte de la autora. Pero en total, el espectáculo, uno de cuyos méritos es no ser nada espectacular, constituye una de las más logradas creaciones de humor del teatro nacional de los últimos años. Es cierto, tiene sus estiramientos evitables y sus reiteraciones algo excesivas. Sin embargo, estos defectillos también podrían ser vistos como una especie de pimienta que aderezan este suculento manjar de humor absurdo.
A los méritos de la autora, que con esta pieza da muestras de tener una versatilidad nada frecuente en nuestro medio teatral, cabe agregar la precisión detallista de su labor de dirección. Y por otra parte, hay que reconocer la ductilidad de cada uno de los cuatro estupendos comediantes que tienen a su cargo la pieza. La agilidad locuaz de Santiago Sanguinetti, la falsa parsimonia de Leonardo Pintos, la indiferencia lunática de Alejandro Gayvoronsky y la tenaz idiotez de Claudio Quijano, constituyen una combinación explosiva que provoca montañas de risas.
Pese a las virtudes del espectáculo, es necesario reconocer que quienes se lo pierdan no tendrán que lamentar un bache significativo en su formación cultural. Pero eso sí, se perderán una gran diversión.
jueves, 23 de abril de 2009
Mitos desnudos. Un diálogo inteligente con Shakespeare. Por Ana Laura Barrios.
La propuesta resulta atractiva: abordar el clásico Romeo y Julieta desde el hoy y hacer dialogar ese mito teatral con el mito arraigado del Uruguay floreciente de la década de 1950. La directora Marianella Morena (Las presidentas, Jaula de amor) trabajó con cuatro talentosos actores (Sanguinetti, Pintos, Gayvoronsky y Quijano) para crear desde la práctica escénica un texto sólido y creativo, cargado de humor e ironía acerca de la identidad celeste. El escenario presenta cuatro sillas y algunos pocos elementos más. Sin duda es el ámbito perfecto para concentrarse en el despliegue físico actoral (se baila tango, malambo, y hasta se van a las manos), y en el peso de las palabras. Varios fragmentos de Shakespeare se incorporan con inteligencia y naturalidad a las situaciones irrisorias que los personajes viven, bajo una nueva perspectiva distante y cuestionadora. La puesta se centra en la gestualidad y el vínculo que se genera entre estos cuatro Romeos ¿o Julietas? Las Julietas es el resultado de un trabajo grupal artísticamente comprometido. Imperdible.
Fuente: Revista Vayven,
miércoles, 22 de abril de 2009
Arias fue a ver Las Julietas y la pasó muy mal. Las risas miserables esta vez no lo dejaron dormir en la sala.
Piedad para William Shakespeare
La parodia, la imitación y la crítica existieron desde siempre: un ejemplo reciente, para nuestra escena, lo proveyó Lope de Vega, con "La gatomaquia", un eco burlón de "La Ilíada"; mucho más célebre fue la parodia de los libros de caballerías de la que resultó el Quijote.
Jorge Arias
Jorge Arias
Esta vinculación de una obra literaria con sus precursores o antecesores dio lugar a espesa cháchara cultural.Ciertas divergencias de la "generación del 45" con sus predecesores se exaltaron a "juicio de los parricidas"; fue inútil que T.S. Eliot hubiera explicado, más urbanamente, cómo y por qué toda obra de arte modifica el canon anterior; Graciela Mántaras desarrolló extensamente la inútil tesis de que había manierismo (obras que derivan de otras obras) en la literatura uruguaya.Estas ideas no importaron mayormente, pero al fin apareció el gran inquisidor, Harold Bloom, con su teoría de la "influencia" según la cual toda obra literaria se escribió y se escribirá como réplica y hasta como declaración de guerra contra alguna obra anterior. No pareció afectar a nadie que la idea postulaba un regressus ad infinitum, similar a la demostración de la existencia de Dios por Santo Tomás de Aquino: la imposible busca de la causa incausada, la obra primigenia escrita por Adán el primer día de la Creación, por la mañana.La parodia puede cumplir un fin purificador. A veces es un epílogo de la imitación, un ritual que ha de librarnos de un autor que tal vez reverenciemos en exceso; un ejemplo fue el "Hamlet?" de Alberto Rivero, que de verdad reverenciaba a Shakespeare. Pero el desdichado ejemplo de Bartís, con un "Hamlet" que ya no era Hamlet y con "El pecado que no se puede nombrar" que ya no era Roberto Arlt, causó estragos. Cada vez la parodia se alejaba más del original.En el caso particular de "Las Julietas" las alusiones a Shakespeare están, en relación con el total de la obra, en la proporción de 1 a 1.000. Es evidente que esta misma "Las Julietas" que vimos se pudo perpetrar a propósito de los 28 volúmenes de "Los hombres de buena voluntad" de Jules Romains o de la guía telefónica.Más aún: mucho más justificado sería vincular esta obra de Morena con sus verdaderos antecedentes, como Canaro y Caruso, autores del tango "La brisa" que bajo la forma de "Uruguayos campeones" ocupa hasta la exasperación a "Las Julietas"; o a Bousquet y Robert, los autores de "La Madelon" canción patriótica francesa de la Primera Guerra Mundial que hemos oído hasta el hartazgo como la canción de la "Vuelta Ciclista" y que también oímos en esta pieza.Verdad es que "Las Julietas", además de esta pesada mercadería de segunda mano, que incluye la milonga "Se dice de mí", cantada por Tita Merello, tiene originalidad. Hay un dístico que debe pasar a las antologías: "De esta teta chupó Julieta", y una alusión, ah picarones, al culito de Romeo.Hay, finalmente, una novedosísima presentación. Los cuatro actores entran a escena en calzoncillos; para nuestro asombro se visten en el escenario. ¡Nunca se vio eso en nuestras tablas! Y se desvisten al fin, hasta llegar a los calzoncillos del inicio. Con la excepción de estos raptos creadores, el resto de "Las Julietas" es payasada sobre payasada, en el mejor estilo triste de los circos. No nos hizo gracia; pero el público reía. Irreverencias gratuitas, risas miserables.
LAS JULIETAS, de Marianella Morena, con Alejandro Gayvoronsky, Leonardo Pintos, Claudio Quijano y Santiago Sanguinetti. Música de Alvaro Pérez, luces de Claudia Sánchez, vestuario de Cecilia Prigue, dirección de Marianella Morena. Estreno del 15 de abril, teatro de La Candela.
Fuente: Diario La República
martes, 21 de abril de 2009
Julieta sin Romeo. Recomendado. Por Bernadette Laitano (Sábado Show)
Las Julietas esperan. Son cuatro actores, pero no son Julieta. Tampoco Romeo. Dialogan entre sí, con un pasado glorioso y un presente que solamente les ofrece incertidumbre. Cuentan su historia entre tango, malambo, un pericón y soul.
Suena Amy Winehouse y los cuatro actores entran en escena, vestidos únicamente con calzoncillos. Aunque la música es actual, no así la ropa interior que se ve, y ahí se da el primer diálogo entre el pasado y el presente conviviendo en un mismo espacio. Los actores se van vistiendo, colocándose pantalón, camisa, saco y zapatos, todos de mediados del siglo XX.
Ellos son Las Julietas y esperan. ¿Lo qué? Posiblemente al director de una obra de teatro para ensayar o estrenar una obra. Se proponen varios diálogos, en varios campos al mismo tiempo, pero todos convergen en uno sólo: el gran diálogo entre el pasado y el presente, lo que dejó de ser y lo que está siendo.
Hay cuatro sillas alineadas, de frente al público cual sala de espera -un lugar no lugar-. Principal indicio de situación de espera. Pero hay, también, una atmósfera de diálogo que guía al espectador hacia esas conversaciones carentes de sentido: una frase despachada, seguida de varias diferentes ratificaciones alusivas a la misma frase, en este caso, "¡Qué época los `50!".
Otro diálogo se da entre Marianella Morena (autora y directora de Las Julietas) y Shakespeare. El texto de unión de la uruguaya con el inglés es Romeo y Julieta. Pero es Morena la que dialoga con el dramaturgo y los que darán su respuesta son los espectadores. La directora se permite un intercambio lúdico introduciendo fragmentos de la historia de amor más clásica ("Si con mi mano, por demás indigna, profano este santo relicario..."), que algunos exigentes veladores de lo `clásico` podrán cuestionar, pero que en sus fines más puros no dejan de ser un planteamiento cuyo fin es, de nuevo, el diálogo pasado/presente.
¿Es que todo pasado fue mejor? ¿Por qué no dejamos atrás la gloria de un Maracanazo que ya fue? ¿Dónde están las glorias presentes? ¿La dramaturgia contemporánea llegará a ser, con el sello del tiempo, clásica? ¿Cuál es el lugar de la dramaturgia nacional?
Santiago Sanguinetti, Leonardo Pintos, Alejandro Gayvoronsky y Claudio Quijano reafirman una evolución segura. Son jóvenes dueños de nombres que suenan cada vez más seguido y mejor. Trabajos pasados, como actores y dramaturgos -Sanguinetti y Gayvoronsky- los colocaron en ese sitial. Con Las Julietas lo sostienen. Los momentos de Sanguinetti ("un típico macho oriental") y Gayvoronsky ("un bruto actor"), un impredible en la cartelera actual.
Fuente: Revista Sábado Show,
viernes, 17 de abril de 2009
miércoles, 15 de abril de 2009
Shakespeare celeste. Por Nicolás Batalla (Espectador.com)
Esta noche se estrena “Las Julietas”, el nuevo espectáculo teatral de la dramaturga Marianella Morena. Cuatro actores de los años 50 recorren el país y su identidad a partir de Romeo y Julieta.
Por Nicolás Batalla
- ¿Cuál es la relación entre el escritor más importante de la lengua inglesa y el “Maracanazo”?
- Aparentemente ninguna. Sin embargo, a Marianella Morena se le ocurrió ponerlos a conversar sobre un escenario. La principal tragedia de Shakespeare, “Romeo y Julieta” es descontextualizada y sometida a uno de los momentos más referenciados en la identidad de los uruguayos, los años 50. En un espacio escénico casi vacío, 4 atores jóvenes dejarán que el clásico sea atravesado por “una realidad celeste”. Espectador.com conversó con su directora.
- ¿Cuál es la historia detrás de “Las Julietas”?
- “Las Julietas” son dos mitos que dialogan. Un mito teatral que es Shakespeare (a través de la elección del texto de “Romeo y Julieta”) con un mito uruguayo que son los 50, con toda eso del “Uruguayos campeones” y la ubicación colectiva que todos tenemos de aquel Uruguay que recordamos. Algunos con tristeza, otros con alegría y otros con el deseo de que no exista más. Tenía muchas ganas de hacer “Romeo y Julieta” pero concebirla desde el hoy, con nuestra realidad, así que empecé a trabajar con 4 actores jóvenes. A partir de esa posibilidad quería ver cómo podían dialogar esas dos potencias: cómo se podía trabajar “Romeo y Julieta” con éstos 4 actores jóvenes.El punto de partida fue tomar algunas escenas de la obra y descontextualizarlas. Cambiarles el punto de vista. Colocarlas en el hoy y trabajar desde el espectador, desde alguien que mira y alguien que recuerda. Ver cómo se hereda un mito, cómo se pasa de generación en generación. Si vos le preguntás a cualquiera por la calle, muchos no la han leído (a “Romeo y Julieta”) y sin embargo, conocen la historia. Eso son los mitos.
- ¿Cuál fue la relación que encontraste en “Romeo y Julieta” con ese “Uruguay del 50” que te motivó buscar ese diálogo?
- No hay una explicación pero tiene que ver con una cosa que a mi hace tiempo que me obsesiona que es el trabajo con la identidad. ¿Cómo dialogan los diferentes universos? ¿Cómo dialogan los diferentes mitos? ¿Y cómo puedo traer a un Shakespeare y colocarlo en un escenario nuestro? ¿Qué puntos fuertes se pueden encontrar? Por otra parte, la presencia masculina (por los actores) te lleva inevitablemente a un territorio como el del Uruguay del 50. Tuvo que ver con cómo empezamos a armarla y desde dónde abordábamos los personajes. Se hizo un trabajo de mezcla de ficción con realidad. No se trabajó desde la representación. No vas a ver en Julieta a un hombre tratando de imitar a una mujer. Entonces… en esa obsesión de incluir nuestra identidad, nuestro presente y nuestro Uruguay empezó a filtrarse nuestra memoria. Fue un trabajo que empezó a presentarse solo, no fue buscado. No dije a priori, tengo a “Romeo y Julieta y los trabajo con 4 actores jóvenes”, aunque sí tenía algunos puntos de vista para tomarlos como partida. Lo otro empezó a pintar, atravesado por una “realidad celeste”, ese es un poco el tono de la obra Lo celeste como algo que a pesar tuyo te sumerge.
- ¿Cuánto queda de Shakespeare en ese juego?
- Y hay mucho, porque es un juego de un relato adentro de otro relato. Hay varias cosas porque en el fondo siempre son actores que buscan una realidad, una historia, un director. Y ahí está Shakespeare esencialmente: la vida del actor, la marginalidad del actor, la no presencia del actor. Todo lo que es la periferia de lo teatral en un contexto social. Desde ese punto de vista es muy shakesperiano y es muy político también. Si bien no tiene un discurso o un panfleto. Aparece esa obsesión que tenemos los uruguayos de mirar mucho para afuera, de estar pendiente de lo ajeno y la legitimación de lo europeo. Entonces hay también juegos de ironía sobre qué es lo valioso. Hay momentos que vas a ver que hay cuatro actores buscando un personaje, hay momentos en que los presentan y que los viven. También hay una historia de fondo que es una banda de actores de los años 50 que representaban a “Romeo y Julieta” en varietés criollas y recorrían los pueblos del interior. Eso está tomado de un hecho verídico, de dos abuelos de los actores. En ese momento la influencia extranjera no era tan pesada, lo criollo era lo genuino, entonces aparecen muchas historias adentro de otras. Y hay un diálogo permanente entre Shakespeare y el Uruguay: hay un pericón que ellos hacen en vivo y que es el baile de Romeo y Julieta, por ejemplo. También hay tango y malambo.
- Comentabas que hacía tiempo que estabas con ganas de representar a “Romeo y Julieta”. ¿Tenías interés en trabajar particularmente el tema del “Amor” (que ya habías trabajado en otras obras) o te interesaba únicamente el mito?
- Por todo. Porque Shakespeare tiene todo. El conflicto humano, el salvajismo, el conflicto emocional, la violencia, la discrepancia, eso no ha cambiado. De pronto ha cambiado la forma en que lo narras o el uso de las palabras. Hay datos históricos y estéticos que han cambiado, pero lo que él plantea sobre los enfrentamientos humanos, eso no ha cambiado nada. Además, vos decís “Romeo y Julieta” y se te abren varias puertas en el imaginario. Mirás telenovelas hoy en día y siempre están haciendo Shakespeare. Es una fuente inagotable de recursos, dramáticos. Y tenés la suficiente distancia como para tomarte otros permisos. Si trabajas con un autor más contemporáneo no está esa posibilidad de distanciarse, editarlo, recortarlo. En ese sentido, es maravilloso.
- La pregunta también venía en relación a que ya has trabajado sobre intertextualidad… Por ejemplo con “Don Juan, el lugar del beso”…
- Acá igual es diferente porque no hice una reescritura. Hay partecitas del texto que son tal cuál de Shakespeare y después hay otra historia. Por momentos ellos recuerdan historias, van y las hacen. Hay tres tiempos: el de Shakespeare, el 50 y el presente. Van de atrás para adelante, cuando llegás al final entendés el principio. No está ordenado. Quiero resaltar que trabajamos con 4 sillas, en mi casa y eso fue el trabajo. Nos propusimos trabajar con eso. Esa es nuestra realidad, es lo que tenemos y queremos partir desde ahí. - Igual estás acostumbrada a trabajar en espacios no convencionales. Así fueron tus comienzos…- Sí, en el Mincho…
- ¿Y eso cuánto aporta a la hora de presentarse en un teatro?
- Creo que tiene mucho que ver con las necesidades del proyecto, que involucra todo: un espacio y un tiempo de tu vida. Hay algunas ocasiones en que sentís que la narración va directo con un espacio que es el que termina de contar la historia. Y otras veces no es necesario. Las estrategias también se van moviendo y decís “bueno yo prefiero hacer una concesión en esto y quiero que sea en una sala para que la gente se sienta cómoda”. En este caso me concentré y puse todo mi trabajo en el vínculo actoral y en el trabajo de ellos. Tomé distancia sobre una construcción más estética, sino más desde lo artístico de texto y de actor.
- ¿Cuáles fueron los puntos de partida?
- Nos empezamos a juntar en diciembre de una forma muy relajada y dijimos “tenemos ganas de hacer algo juntos” aunque no había nada. Manchas y algunos pedacitos de luz. Yo tenía ganas de agarrar a Romeo y Julieta. Es una Julieta fragmentada en cuatro, cuatro actores que buscan un personaje. Habían algunas premisas. La palabra es la que construye… un mundo, una imagen, una fotografía, una proyección… todo desde la palabra y no apelar a una concepción escénica o de montaje escenográfico, o de proyección. La idea era no representar, ni necesitar un vestuario. En el momento que hacen de Romeo y Julieta siguen vestidos de hombre. Eliminamos la artificialidad…
- ¿En busca de qué?
- De incorporar lo real. A veces el personaje es una meta. Y el personaje no puede estar antes que la persona. Yo trabajé la persona primero y el personaje después. A veces vos tenés un texto y le buscás actores. Yo trabajé a la inversa: busqué a unas personas y esas personas buscaron a sus personajes. Ahí el capital que tenés es el real. No estás buscando un capital imaginado que está escrito en un texto. El texto es un mapa sobre el cual decido pararme. Pero puedo romperlo, el mapa no puede condicionarme a mí. Al cambiar ese punto de vista tengo todo.
- ¿Qué esperas que suceda cuando el espectador se enfrente a estas Julietas?
- Yo me río mucho. Tiene bastante de humor negro porque nos metemos con muchas cosas, la decadencia, el patriotismo. Cuatro tipos que parecen ganadores y terminan sin serlo. Aunque depende mucho de la subjetividad de cada uno. Capaz que va un veterano y sale llorando. Al no estar encerrado en un género yo no te estoy flechando la cancha y diciendo tenés que reírte o tenés que llorar. Depende de vos, de tu propia historia y de tu relación con tu identidad.
martes, 14 de abril de 2009
"Romeo y Julieta" ante el mito del Uruguay del 50. Marianella Morena estrena mañana "Las Julietas". Por Carlos Reyes (Diario El País)
Mañana La Candela recibe un Shakespeare al ritmo de malambo. La obra la dirige Marianella Morena, quien tiene entre sus antecedentes a "Los últimos Sánchez", donde ella había usado música criolla para retratar con inteligencia el presente.
Ahora el disparador es Romeo y Julieta, de la que la directora no realiza una versión, sino que toma algunos textos, y los mezcla con los de su propia creación.
En un espacio escénico despojado hay sólo cuatro sillas, que son para los actores: Leonardo Pintos, Santiago Sanguinetti, Alejandro Gayvoronsky y Claudio Quijano. Ellos cantarán y bailarán tangos, para traer al presente las cuitas de Romeo y Julieta. También habrá un pericón, interpretado con un peine y nylon. De hecho, en esta versión la pareja se enamorará al son del pericón.
"La obra tiene música en vivo y en off. Hay un pericón, tangos y un malambo, que representan esa cosa bien nuestra, y que plantean toda esa relación entre el erotismo y la violencia", señala Morena.
En contrapunto, la música en off es inglesa, y contemporánea, mientras que el vestuario son trajes como de los años 50, con un cruce con una estética más actual. "Son cuatro tipos que pueden estar en un bar, o en un banco de suplentes, o esperando para actuar, o esperando para ser elegidos", afirma la directora, quien tira otra pista: "Parecen galanes de los años 50, porque también está el tema de la construcción del ganador. Al principio son cuatro galanes, que luego se van desarmando".
No es la primera vez que Morena (que fuera ganadora del premio Moliere) lleva un clásico a escena desde una mirada personal: ya lo había hecho con Don Juan, el lugar del beso, en el subsuelo de una librería céntrica.
El punto de partida fue cómo traer a Shakespeare al Uruguay de hoy. Hablando con los actores surgió que uno tenía abuelos actores, que en los años 50 hacían Romeo y Julieta por el Interior, en versión de vareteé criollo. El episodio sirvió de disparador para cotejar el mito del Uruguay de los años 50 con el mito de Shakespeare.
En diciembre empezaron a trabajar, barajando diversos temas que confluyen: la identidad del actor que interpreta a una mujer, el lugar social del intérprete, qué mitos sobreviven de aquel Uruguay, la violencia, la discriminación, las pasiones.
"Lo que tomamos son las tensiones de la obra, y trabajamos mucho la violencia, la discriminación, la pasión, centrándonos en qué pasa cuando te arrastra la violencia y no la ves. Y eso lo tomamos para hablar de Uruguay, y cómo este país no ve determinadas cosas, cómo está obsesionado con determinados temas, y se ha construido un mito y una identidad como única, piramidal".
Sin embargo la artista aclara: "Hay como juegos de ironía, pero todo desde un lugar de diálogo, y desde el cariño: no hay una provocación, ni una irreverencia gratuita, ni frente a Shakespeare ni al Uruguay. Son como dos grandes mitos que se encuentran y dialogan con cuatro jóvenes actores".
Las Julietas estará en Ellauri 308 (tel. 7123227) los miércoles y jueves a las 21 horas. Las entradas cuestan $ 120. El personaje, el actor y su contexto social y político
"Hace tiempo que tenía en la cabeza a `Romeo y Julieta" y en paralelo tenía ganas de trabajar con actores varones. Se armó el equipo y empezamos a ver cómo traer a Shakespeare al Uruguay, incluyendo los temas que nos preocupan. Porque a veces se hace un montaje y los personajes pasan a ser el único centro, y se olvida dónde están parados los actores, en qué momento histórico, político y económico", sostiene Marianella Morena, quien para este año prepara otros dos montajes: Antígona for ever, para salir de gira por el Interior, y una obra con El Galpón que aún no está definido el título.
Carlos Reyes
Copyright © EL PAIS S.A. 1918-2009
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domingo, 12 de abril de 2009
sábado, 11 de abril de 2009
Only Delonely
También llamado Santiago Sanguinetti. Egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático en 2008, cursa además estudios de Literatura en el Instituto de Profesores Artigas. En 2007, obtiene una beca de la Embajada de Francia en Uruguay para asistir al Festival Internacional de Teatro de Aviñón. Sus obras de teatro han sido distinguidas con menciones en diversas oportunidades: Concurso Literario Municipal IMM (2006, 2007, 2008), Concurso de Obras Dramáticas de la Comisión del Fondo Nacional de Teatro (2007), Premio Anual de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura (2007, 2008), obteniendo en 2008 el Primer Premio en el Concurso Literario de la Intendencia de Montevideo, y en 2009 el Premio del Concurso de Monólogos del Centro Cultural de España. Fue convocado por la Comedia Nacional para participar como actor invitado durante la temporada 2008, y a partir de 2009 su obra integra el repertorio de dicho elenco con el estreno de su obra ARARAT en el Teatro Solís. Tres de sus obras fueron reunidas en el libro Dramaturgia imprecisa publicado por Editorial Estuario. En la actualidad se desempeña alternativamente como actor, director, dramaturgo y docente de Teatro en Educación Secundaria.
viernes, 10 de abril de 2009
Cittadino italiano
Mejor conocido como Claudio Quijano. Comienza su actividad teatral en 1997 con el grupo teatral “El 18” de Villa Rodríguez (San José), interpretando textos de Aída Bortnik, Ricardo Halac, Alberto Paredes, Mario Benedetti, entre otros. Durante 1998 y 1999 participa de los talleres teatrales de la Casa de la Cultura de la ciudad de San José de Mayo a cargo de Isabel Pérez y Carlos Aguilera. Egresa de la E.M.A.D en 2006, donde interpretó roles como Pármeno (“La Celestina” de F. de Rojas), Egisto (“Electra” de Sófocles), Tristán (“El perro del Hortelano” de Lope de Vega), Sr. Díaz (“Nuestros hijos” de Florencio Sánchez), Shipuchin (“El aniversario” de A. Chéjov), Dorn (“La gaviota” de A. Chéjov), Strindberg (“La noche de las tríbadas” de Enquist), etc. Ha protagonizado spots publicitarios para Uruguay y América latina, cortos de ficción y doblajes de películas con motivo del XV Festival Internacional de Cine para Niños y Jóvenes, “Divercine 2006”. En 2007 trabaja en “Kiev” de Sergio Blanco, como actor invitado en la puesta de Mario Ferreira para la Comedia Nacional. Durante 2007 y 2008 realiza el posgrado en Creación Colectiva a cargo de Roberto Suárez, estrenando el espectáculo “La estrategia del comediante”. En la actualidad termina sus estudios de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República.
jueves, 9 de abril de 2009
Romeo González, blandengue
Utiliza comúnmente el seudónimo de Leonardo Pintos. Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado de la UDELAR. Se ha desarrollado profesionalmente en el terreno de la comunicación social, en distintos ámbitos laborales como la IMM y la UDELAR . Actor, egresado de la EMAD. Entre sus trabajos se encuentran los radioteatros de carácter biográficos Musas, transmitidos por AM Libre, Mi Muñequita (la farsa) de Gabriel Calderón, con dirección del autor y Ramiro Perdomo, Lo que se Sabe, espectáculo de danza contemporánea dirigido por Florencia Martinelli y Carolina Silveira, el corto cinematográfico FINE dirigido por Ana Laura Obispo y seleccionado para reprensentar a Uruguay en el Festival Kodak en Nueva York, el radioteatro María Blomma dirgido por Marianella Morena y la producción de El Hueco, espectáculo teatral dirigido por María Dodera. En la actualidad se desempeña en tareas de comunicación, producción y gestión cultural en la Dirección Nacional de Cultura del MEC y trabaja de forma profesional como actor en teatro independiente.
miércoles, 8 de abril de 2009
Bruto Actor
Responde al nombre de Alejandro Gayvoronsky. Dramaturgo, director y actor. Es egresado de la Escuela de Actuación de Montevideo (EAM). Realizó varios talleres de dramaturgia con artistas uruguayos y del extranjero, entre ellos se encuentran Carlos Rehermann, Gabriel Calderón y Mauricio Kartún. Trabajó como actor en diversos espectáculos estrenados en el medio.
martes, 7 de abril de 2009
La directora
Sus padres dieron en llamarla Marianella Morena. Egresa de la “Escuela Integral de Arte Escénico” de la Institución Teatral El Galpón. Beca de postgrado en la Facultad de Arte de Bialystok y el Teatro Studio de Varsovia, especializándose en Nuevas Tendencias. Creaciones parateatrales y experiencias escénicas en discotecas, centros comerciales, calle, eventos, estructuras educativas, en España, Paraguay, Argentina y Uruguay. Apertura de espacios: Sótano Mincho- Bar, La morena-teatro en su domicilio personal, subsuelo de la librería MVDBookstore. Primer Premio Molière para directores. Premio CCE solos en el escenario. Premio Teatro El Galpón. Nominaciones a los Florencio. Trabaja en Francia con Adel Hakim. Participa de festivales internacionales. Tiene publicados dos textos, estrenados seis y dirigió once espectáculos teatrales . Ha sido convocada por la Comedia Nacional, Teatro El Galpón y actores independientes del medio y del extranjero.
lunes, 6 de abril de 2009
Por un celeste teatral
que los vampiros no vengan por los honestos, que los honestos nos protejan de la vanidad y el resentimiento, que la soberbia no se apropie del teatro, la creación y la escena.
Para hacer identidad y dejar la importación.
Para que la exportación sea con carne teatral.
Para que la teoría venga después de la acción y la escena.
Para que nos amemos como condición necesaria.
Para que el hambre nos coloque la mirada en el escenario uruguayo.
Para que no nos dé vergüenza tener un corazón celeste.
Para que limpiemos nuestro horizonte cargado de lejanía y de legitimación europea.
Para que nos abriguemos con el calor, el talento, y la creatividad de los sin nada.
Para que abandonemos la desesperación por el reconocimiento ajeno,
Y nos entreguemos a las fuentes efímeras de nuestra realidad.
Para que nadie venga a decirnos que en Uruguay no hay dramaturgos, directores, actores, diseñadores.
Por un Celeste Teatral
Marianella Morena
Para que la exportación sea con carne teatral.
Para que la teoría venga después de la acción y la escena.
Para que nos amemos como condición necesaria.
Para que el hambre nos coloque la mirada en el escenario uruguayo.
Para que no nos dé vergüenza tener un corazón celeste.
Para que limpiemos nuestro horizonte cargado de lejanía y de legitimación europea.
Para que nos abriguemos con el calor, el talento, y la creatividad de los sin nada.
Para que abandonemos la desesperación por el reconocimiento ajeno,
Y nos entreguemos a las fuentes efímeras de nuestra realidad.
Para que nadie venga a decirnos que en Uruguay no hay dramaturgos, directores, actores, diseñadores.
Por un Celeste Teatral
Marianella Morena
domingo, 5 de abril de 2009
Meses a la deriva.
Shakespeare y el Mundial del 50. Las Julietas son nuestras, ¿te acordás de ellas?
En el 50 un grupo de jóvenes actores aficionados recorre el Interior del país con una representación criolla de Romeo y Julieta. Era la banda teatral Las Julietas. De ellos tenemos datos que han sobrevivido a través de las generaciones: hijos, nietos , sobrinos, y el recuerdo de alguna anécdota sobre las formas de varieté que los caracterizaba. Del Uruguay del 50 tenemos la gloria de Maracaná, pero ¿alguien se acuerda de Las Julietas?
Diciembre 2008
Muchas ganas de trabajar con varones jóvenes, muchas ganas de hacer Romeo y Julieta. Muchas ganas de ensayar en verano. Ideas sueltas merodean mi cabeza. Leonardo Pintos, Alejandro Gayvoronsky, Santiago Sanguinetti, y Claudio Quijano, me cuentan una historia sobre sus abuelos. Un grupo de actores abandonados y sin director realiza una especie de varieté criollo con textos de Shakespeare.
Enero 2009
Libertad y confianza
Desde hace un tiempo mantengo un romance con Romeo y Julieta, romance que no logro poner en práctica. Mi realidad es la siguiente: tengo cuatro actores con los que quiero estar y tengo un texto con el quiero estar. No coinciden en equivalencia de roles, pero será cuestión de esperar, o mejor, será cuestión de cambiar el punto de vista. Cuando esto sucede, la libertad y la confianza se queda con nosotros.
El erotismo de lo real
El ensayo será el espacio donde se depositará todo. Conversaciones privadas, restos de historias, interpretaciones sobre Romeo y Julieta, recortes de criterios, Cindy Sherman, el universo erótico y la escena, la escena como espacio de entrega, la excitación del actor con el escenario como una cama. Hicimos acuerdos: no habrá representación, los roles pasarán de mano en mano hasta que la ficción y lo real puedan convivir.
En el 50 un grupo de jóvenes actores aficionados recorre el Interior del país con una representación criolla de Romeo y Julieta. Era la banda teatral Las Julietas. De ellos tenemos datos que han sobrevivido a través de las generaciones: hijos, nietos , sobrinos, y el recuerdo de alguna anécdota sobre las formas de varieté que los caracterizaba. Del Uruguay del 50 tenemos la gloria de Maracaná, pero ¿alguien se acuerda de Las Julietas?
Diciembre 2008
Muchas ganas de trabajar con varones jóvenes, muchas ganas de hacer Romeo y Julieta. Muchas ganas de ensayar en verano. Ideas sueltas merodean mi cabeza. Leonardo Pintos, Alejandro Gayvoronsky, Santiago Sanguinetti, y Claudio Quijano, me cuentan una historia sobre sus abuelos. Un grupo de actores abandonados y sin director realiza una especie de varieté criollo con textos de Shakespeare.
Enero 2009
Libertad y confianza
Desde hace un tiempo mantengo un romance con Romeo y Julieta, romance que no logro poner en práctica. Mi realidad es la siguiente: tengo cuatro actores con los que quiero estar y tengo un texto con el quiero estar. No coinciden en equivalencia de roles, pero será cuestión de esperar, o mejor, será cuestión de cambiar el punto de vista. Cuando esto sucede, la libertad y la confianza se queda con nosotros.
El erotismo de lo real
El ensayo será el espacio donde se depositará todo. Conversaciones privadas, restos de historias, interpretaciones sobre Romeo y Julieta, recortes de criterios, Cindy Sherman, el universo erótico y la escena, la escena como espacio de entrega, la excitación del actor con el escenario como una cama. Hicimos acuerdos: no habrá representación, los roles pasarán de mano en mano hasta que la ficción y lo real puedan convivir.
Ellos me presentan una escena. Entran los cuatro. Desnudos. Estoy sola mirándolos. Voyeur y directora. Editar hasta lo último, ser honesta incluyendo la vibración que me produce verlos, el cuerpo debe acomodarse enseguida y recordar el rol: directora. Debo ser honesta y exponerme, ese fue el trato, ellos dan y yo también.
Todo adentro, nosotros, mi casa, el espacio, y Las Julietas. Alejandro se enferma del corazón y seguimos. Lo esperamos y vuelve a nosotros.
Febrero 2009
El celeste vuelve para quedarse
Y con él todo. Nadie se fue, nadie fue violado, o sacrificado. Una reunión entre Shakespeare, cuatro actores y una directora, en un apartamento antiguo de la Ciudad Vieja en verano, sin miedo y con hambre de ser y no representar más. Somos éstos: pobres, tercermundistas, artistas, del siglo XXI, solamente con preguntas, determinados por la urgencia, la ironía, el deseo y la necesidad de decir: somos y estamos en este lugar del mundo.
Marzo 2009
Las clases traen orden y organización. El montaje obliga y el equipo se agranda. La producción, los técnicos y los ensayos con gente. Se viene otra etapa y nuestro homenaje a Las Julietas.
De corazón
Marianella Morena
Febrero 2009
El celeste vuelve para quedarse
Y con él todo. Nadie se fue, nadie fue violado, o sacrificado. Una reunión entre Shakespeare, cuatro actores y una directora, en un apartamento antiguo de la Ciudad Vieja en verano, sin miedo y con hambre de ser y no representar más. Somos éstos: pobres, tercermundistas, artistas, del siglo XXI, solamente con preguntas, determinados por la urgencia, la ironía, el deseo y la necesidad de decir: somos y estamos en este lugar del mundo.
Marzo 2009
Las clases traen orden y organización. El montaje obliga y el equipo se agranda. La producción, los técnicos y los ensayos con gente. Se viene otra etapa y nuestro homenaje a Las Julietas.
De corazón
Marianella Morena
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